La crioterapia es uno de los métodos estrella de recuperación. Ya sea a través de la aplicación de hielo en zonas concretas o mediante la inmersión en agua fría, esta terapia puede ser muy beneficiosa para nuestro cuerpo si se hace de manera adecuada.
La recomendación, si el hielo se aplica en zonas locales, es de dos o tres repeticiones de unos 10 minutos de duración.
En el caso de realizar inmersiones, se recomienda que la temperatura del agua sea de unos 12 grados, mientras que el tiempo ideal son dos o tres tandas de unos tres minutos cada una.
Efectos de la crioterapia
La crioterapia, aplicada en la recuperación, tiene tres efectos principales:
Efecto analgésico: la aplicación del frío conlleva una disminución del dolor en las zonas tratadas, ya sea por la acción directa sobre las terminaciones nerviosas y las fibras o por la acción indirecta derivada de los efectos antiinflamatorios y vasoconstrictores.
Efecto antiinflamatorio: la crioterapia permite a nuestros músculos, tendones y ligamentos bajar la inflamación provocada por la actividad física. De esta forma, a través de la aplicación de frío podemos limitar el consumo de fármacos.
Efecto vasoconstrictor: con las bajas temperaturas, los vasos sanguíneos se contraen. De este modo, la sangre que riega nuestros músculos y el ácido láctico generado en el entrenamiento, son devueltos en mayor medida al torrente sanguíneo, facilitando la expulsión residual. Cuando dejamos de aplicar el frío, los vasos sanguíneos recuperan su funcionamiento habitual y vuelven a oxigenar la musculatura con sangre “nueva” que nos ayuda a recomponer las fibras de manera más eficaz.
Contraindicaciones
La crioterapia puede ser beneficiosa para la salud, pero también puede resultar contraproducente si no se realiza correctamente o si se padece alguna enfermedad vascular o del corazón.